A seis meses del tsunami, los japoneses recuerdan a sus víctimas
Mientras que en Tokyo cientos de personas marcharon en repudio al gobierno por su mal manejo de la crisis nuclear en Fukushima, decenas de ciudades japonesas celebraron este domingo las ceremonias en recuerdo al devastador tsunami que hace ya seis meses arrasó con la costa oriental del país y dejó más de 20 mil muertos y miles de desaparecidos.
Los japoneses se reunieron en la vasta región de Tohoku, arrasada por el sismo y el tsunami del 11 de marzo de este año. Desde el amanecer, unas siluetas oraban en Minamisanriku, una de las aglomeraciones costeras más afectadas por este desastre que los japoneses recuerdan sobrecogidos al cabo de un semestre.
En todas las ciudades y aldeas de Tohoku golpeadas por esta catástrofe natural, a la que se sumó el peor accidente nuclear desde 25 años en Fukushima, se celebraban desde la víspera ceremonias de recogimiento.
En Minamisanriku, arrasada por la gigantesca ola de más de 15 metros que cubrió y se llevó el flanco costero de la ciudad, exceptuando algunos edificios de más de tres y cuatro pisos, queda una cantidad inconmensurables de restos. La ciudad es ahora un descampado donde vagan sobrevivientes de luto que este domingo de conmemoración acudían a rendir homenaje a uno de los suyos.
Cientos de personas vestidas de negro se congregaron por la mañana en torno al alcalde y otros electos de la prefectura de Miyagi para recordar a los desaparecidos de Minamisanriku y alentarse mutuamente. Algunos no se habían vuelto a ver desde el drama. «Numerosos son todavía quienes, seis meses después, no tienen un buen alojamiento y viven angustiados. Vamos a hacer los máximos esfuerzos para reconstruir lo más pronto posible», aseguró el primer ministro, Yoshihiko Noda, en un mensaje leído ante una inmensa estela conmemorativa llena de flores.
«Todavía no hemos podido volver a poner en condiciones las zonas siniestradas», dijo un diputado de la región. «Mi casa desapareció totalmente. Huí con mi nieta justo antes del tsunami, llevándome solo el celular y el monedero», cuenta una abuela que desde entonces reside a dos horas de carretera de Minamisanriku. «Nadie pensaba que una ola pudiera alcanzar semejante altura», suspira, y levanta la vista al tejado de un edificio de unos 15 metros de altura. «No tengo ganas de volver a vivir aquí», confía.
La central Fukushima Daiichi, situada al borde del mar como todos los emplazamientos nucleares japoneses, fue anegada en parte por las aguas y sufrió los días siguientes una infernal serie de averías que agregaron la amenaza de la contaminación radiactiva al dolor por la desaparición de un allegado o las pérdidas de todos los bienes.
«No podemos impedir que la naturaleza se subleve, que los sismos y el tsunami ocurran, pero hubiéramos debido saber evitar el accidente de Fukushima», lamenta una habitante de Soma, ciudad situada a unos 40 km del complejo atómico accidentado.
A pesar de la dificultad de la labor, los japoneses demuestran una serenidad notable para reconstruir su región, que no los exime de expresar cierta cólera contra el Gobierno y las disputas políticas que siguen prevaleciendo sobre la urgencia de reconstruir.
Fuente: Reuters