Nihilismo y Horror vacui : visiones distintas entre oriente y occidente
Como cualquier cultura en el mundo, la cultura nipona posee características propias que la hacen históricamente valiosa para el resto del mundo, y esto genera por ende diferencias culturales con respecto a los demás países. Estas diferencias ocurren en prácticamente todos los aspectos culturales, y por ello es difícil encontrar un lenguaje humano común para describir en su totalidad el sentimiento y las nociones que cada expresión cultural posee, a manera de ser enteramente «comprendida» por la otra. Dichas diferencias en la forma de pensamiento han sido malinterpretadas y han sido causa de un sentimiento que ha ido desde «rechazo» (cuyas causas son múltiples y muy complejas en el caso de algun sector de la población de Japón hacia los extranjeros), hasta actitudes racistas o xenofóbicas. Mucho del choque cultural entre oriente y occidente ha sido fundamentalmente en que las nociones de verdad, de principio, de ser, de devenir, o de razón, en Oriente no son homologables a la forma de pensamiento de la cultura occidental. Aquí es donde el término nihilismo ha sido usado por occidente como forma de describir (o condenar) a las culturas orientales. Del latín nihil= nada, el término posee infinidad de definiciones y contextos, pero básicamente representa la «negación de la realidad sustancial»(según la definición de Hamilton en Lectures on methaphysics»).
Esta idea contrasta no sólo con el cristianismo, sino en general con la cultura occidental, que históricamente establece una constante búsqueda de respuestas concretas y un establecimiento de «verdades absolutas». La inquietud de occidente ante las culturas orientales es lo podemos llamar como «horror a la nada», una especie de «horror vacui» , similar al que propugnara la jerarquía católica europea en el siglo XVIII cuando los primeros misioneros ingresaron a países como China y Japón. Cuando se toma por dado que el nihilismo es «un peligro» y por lo tanto debe rechazarse, se hace a partir de unas premisas euro céntricas, pues se hace admitiendo los parámetros habituales, esto es, que toda pérdida de confianza en verdades absolutas o en seguros fundamentos conduce al «despreciable nihilismo».Sin embargo, el acercamiento a Oriente debería servir para relativizar estos parámetros y entender que no son universales, aún en nuestra realidad actual, pues froman un arraigo importante y a veces poco discutido.
Algo de historia
Un periodo de grandes transformaciones en Japón fué le Era Meiji (1868-1912) . El gobierno decidió que el desarrollo tecnológico e industrial en países de occidente representaba superioridad sobre Japón, por lo que si el país quería sobresalir , debería de «imitar» en todos los aspectos el estilo de vida de occidente. La renovación tenía que alcanzar los ámbitos ideológicos, artísticos, de organización de la producción y de organización del Estado. Los líderes de Japón, incluyendo el propio emperador Meiji adoptaron esa postura, llegando incluso a fotografiarse vistiendo uniformes militares alemanes y relegando a quienes continuaban empleando los trajes de samurai. En la era Taishoo (1913-1929), el estilo de vida, la cultura y la tecnología de occidente eran ya conocidas en Japón, lo que representó que algunos movimientos culturales como la literatura y las artes empezaran a volver la vista nuevamente hacia los aspectos tradicionalmente japoneses, algunos fusionando ambas, otros sencillamente ignorando las influencias de occidente. Es así como en 1930 inicia la era Showa (1930-1989) , caracterizada durante la guerra (1930-1945) por un nacionalismo exacerbado (al estilo de la alemania nazi y al de algunas naciones en el mundo actual), donde muchos elementos en los discursos políticos hablaban de la patria muy por encima de todo, aspecto también notorio no solo en la altísima producción de banderas y símbolos patrios, sino en la letra patriótica de las canciones populares, la literatura e incluso otras artes sucumbieron a tal exacerbación. Después de la guerra, surgen movimientos sociales y culturales que cuestionan el pasado reciente, la guerra y los sistemas políticos, que derivaron en el movimiento estudiantil de los años 60’s. La música, las artes y en general los círculos intelectuales de la época eran integrados principalmente por personas de izquierda, algunos de ellos simpatizantes del partido comunista y que habían rechazado el fascismo que condujo a Japón a la guerra. Grupos como el Begeiren de escritores y artistas, lucharon por la paz en Vietnam y contra los acuerdos de cooperación militar entre Japón y Estados Unidos. En medio de la vorágine política, Yukio Mishimai quien además de ser un prominente escritor y literato (apenas se le empieza a reconocer como tal) y fuera bastión importante del fascismo de derecha en la postguerra, cometiera seppuku en público y frente a las cámaras de televisión en 1970, en un acto que impactaría profundamente a la sociedad. A partir de la segunda década de los años 70’s, el interés por la política disminuyó radicalmente y floreció la cultura de lo hoy llamado «Pop». A partir del año de 1990 se vive la era Seijei, y con ella florecen nuevas generaciones completamente ajenas a lo que fué el proceso de la pre y postguerra.
Pareciera paradójico que, siendo Japón un país con una enorme diversidad cultural y una historia rica en tradiciones, hoy esté en un enorme peligro de perder su identidad.La inercia que ejerce todavía la restauración Meiji hasta nuestros días, marca una tendencia encaminada al menosprecio de las raices culturales propias y una ciega aceptación de lo occidental, en especial de lo norteamericano. Es importante entender que ningún país puede ser «mejor» o «peor» que otro, y que la superioridad tecnológica o militar signifique también, que la cultura de una nación también pueda ser superior a la de otra. Esta idea, que poco a poco y lentamente permea hacia algunos círculos progresistas japoneses plantea una esperanza hacia una nueva reestructuración de las ideologías en Japón. El nihilismo, que tradicionalmente forma parte de la cultura como un elemento muy arraigado, adquiere actualmente una nueva connotación, pues las nuevas generaciones al subestimar sus propias raices generan un sentido de falta de identidad y de vacío, lo que les conduce al nihilismo no en su forma tradicionalmente cultural, sino como una «creencia en nada», a una falta de fé en todo lo posible del medio que les rodea y por consiguiente sobreviene la decepción, el existencialismo, el escapismo, el onirismo, el auto-aislamiento y la muerte. Esperamos que Japón encuentre los puntos de equilibrio que le permitan no caer en los excesos del extremismo y encontrar para sí un balance. Difícil tarea. Y por supuesto, no sucumbir ante el nihilismo contemporáneo que aniquila a su juventud desde sus propias entrañas.
El cine japonés contemporáneo refleja el nihilismo que sufre la sociedad japonesa. Escena de «Ichi the killer» de Miike Takashi (2001, Japón) . La historia se centra en un auto-compadeciente jóven nerd que tras ser hipnotizado se convierte en el más despiadado y cruel asesino, el cual no muestra signo alguno de remordimiento tras cometer toda clase de actos de humillación, tortura y mutilación, en un camino que lo conduce hacia la inevitabilidad del egoísmo humano, el decaimiento de la moral y la ética en un mundo donde no tienen cabida ningún tipo de principios y guiado completamente por el determinismo. |